sábado, 16 de noviembre de 2013

Teatro 1956 La verdad desnuda Reseñas

Para una mejor comprensión de este blog visite: Xavier Loyá


XAVIER LOYÁ y Herminia Llorente triunfan en “La Verdad Desnuda”.
“La Verdad Desnuda”, en el Teatro Círculo.- Esta divertidísima y muy boccaciana pieza teatral que, por su leve estructura y nimio argumento, mejor le corresponde la clasificación de juguete escénico que la de comedia cómica-, si en vez de ostentar la firma de Michel Duran –autor francés cuya rúbrica por igual puede aceptarse como de origen hispano o galo- apareciese suscrita por un señor Estremera, Abati, Arniches o Muñoz Seca, la más perspicaz crítica erudita no hallaría en su antecedente “ideativo” y estructural, cosa alguna que diese asidero de sospecha respecto a que su tema y tratamiento escénico, no fuesen de la más auténtica y peculiar cepa española.
Todo el teatro cómico, desde el XVII al presente, en la producción española testifica la preferencia de este tipo-base en la anécdota argumental, en ese indicado género. Y ya sea el fámulo, pícaro y trapisondista de las comedias de enredo del teatro del siglo lopezco, que este otro contemporáneo, pero ya evolucionado como tal personaje , sigue siendo el “gracioso farfullero”, el pícaro clásico, ducho en experiencia de vida y por ello escéptico y con ribetes de cínico.
Tal lo presenta la comedia cómica del XIX, y después, más perfilado como personaje dramático, en la producción española de ese género del primer tercio del XX en que empieza a señalarse su deformación, con el caricaturicismo escénico  de Muñoz Seca, o bien, adquiere los perfiles tragicómicos, en el sainete de Archines, presentándose como héroe del episodio argumental, dentro de la fórmula escénica del “grotesco” español.
Desde luego hay que aceptar que, si en vez de llamarse este autor, Mr. Michel Duran, se tratase de un señor Miguel Durán, tal como se escribe y suena, su obra no habría llegado a nuestra escena por obvias razones. Pero, aún en el improbable caso de haber salvado todos los “tabús” que a tal ingreso se oponen en nuestro actual repertorio “extranjero”, este gracioso juguete cómico, sin dejar de ser de anécdota original e ingeniosa, y de poner situaciones atrevidas, si fuese producto teatral español, su diálogo nunca alcanzaría el tono crudo y desenfadado del vodevil francés “boulevardiere”, ni sobre la audacia de sus expresiones en el lenguaje, se añadiría la conducta descarada de sus personajes, exhibidos en esta obra francesa con excesiva e innecesaria “desnudez”, verbal y de acción a las claras, como se ofrece en este gracioso pero muy “realístico” juego escénico, en el que “se hace” sin tapujos y se dice sin rodeos, la “verdad desnuda” sobre un tema de índole amoroso-sexual.
Esta tolerancia por parte del auditorio, hay que atribuirla al privilegio de que goza, universalmente, el vodevil francés, y cuyos atrevimientos de palabra y acción en la escena, están estimados como elegantes libertades de palabra y conducta. Y siendo esto, cosa “elegante”, pues la más descarnada expresión oral entra en el plano de lo exquisitamente desenfadado y gracioso, pero de “buen tono”.
Este juguete cómico, en tres actos, de Michel Duran, traducido al español por el licenciado Eleazar Canale y dirigido por el director dramático, experto en este género teatral francés, Víctor O. Moya, continúa en pleno ´éxito de representación desde la fecha de su estreno, el 18 del presente.
En su interpretación escénica se destaca la actuación personal, muy acertada y graciosa, de Emilio Brillas, en el personaje “Guillermo”, figura principal en esta obra. Brillas, en la realización teatral de este tipo supera su anterior acierto en el protagonista del vodevil titulado “Desnúdese, señora”.
Xavier Loyá, en su “Rene”, maneja con excelente dominio su personaje de contraste. Y con las figuras femeninas restantes: Herminia Llorente, en “Laura” y Ana Alicia Garza, en “Queta”, se logra el buen éxito de esta pieza teatral.



En plena acción vemos a Herminia Llorente y Xavier Loyá, los esposos de la obra “La Verdad Desnuda” de Michel Durán, que está en la Casa del Arquitecto representándose.

Dos parejas: Herminia Llorente, Xavier Loyá, Ana Alicia Garza y Emilio Brillas que forman la estructura de la ligera comedia que sigue adelante, bajo la dirección de Víctor Moya.
Por M. L. M.
Las actrices deben entender que la sobriedad de su vestuario y la propiedad del maquillaje en escena, es esencial en una representación teatral, máxime cuando se lleva a cabo la modalidad llamada “teatro círculo”, que acerca al espectador peligrosamente a los actores.
No puede aceptarse, en bien del teatro actual, a una actriz que sale a decir sus parlamentos ataviada impropiamente, o por lo menos con vestidos de mal gusto.
Herminia Llorente es una encantadora persona fuera de escena, y ha logrado triunfos en el cinematógrafo. Su temperamento vigoroso y femenino sirve espléndidamente para cierta clase de papeles, que no son del estilo del que encarna en “La Verdad Desnuda”, de Michel Durán que se representa en el Teatro Círculo de la Casa del Arquitecto.
Herminia Llorente es en dicha obra, una franca esposa que siempre dice la verdad, y que lucha por mantener a flote su matrimonio gracias al talento del escritor Michel Durán, que logra una ágil comedia de humorismo intrascendente pero efectivo, bordando una obra de la nada. Muchos esfuerzos tuvimos que hacer para imaginar a Herminia precisamente como esposa de Xavier Loyá.
Sin embargo hay que hacer notar que el público ríe cómodamente con “La Verdad Desnuda” y sigue en sus butacas hasta el final, interesado por la trama que termina con el clásico mensaje moral de los buenos “vodeviles”.
Muy bien está Emilio Brillas en el fanfarrón y cínico personaje que saca adelante más que satisfactoriamente, a pesar de la exageración de algunos de sus momentos. Brillas es el mejor actor del elenco, y mantiene la alegría en salidas rápidas, muchas de ellas de su propio coleto, que hacen reír sin ninguna dificultad al respetable.
Xavier Loyá, joven y de distinguida figura logra hacernos creer plenamente en su papel. Loyá es un actor que va para adelante en su carrera, a la que se ha consagrado plenamente, cada vez con mejores resultados.
Completa el elenco Ana Alicia Garza, guapa nueva figura de las tablas con marcado acento sonorense, que se acepta de lleno, ya que Herminia Llorente no deja de ser la argentinita pizpireta con ausencia de eses pronunciadas.
El director es Víctor Moya, siempre de pie para dar lugar en sus repartos a nuevos elementos del teatro. Su dirección de difíciles soluciones está cuidada, ágil y simpática como la obra misma.
Ojalá Herminia Llorente sepa entender la buena voluntad de esta crítica, en la que va una recomendación de simple estética para sus futuros trajes y peinados, ya que ella puede ser muy linda si escoge modistos y salones de belleza en donde no la traten como su pero enemiga.


LA VERDAD DESNUDA DE Michel Durán en el Teatro Círculo
Herminia Llorente, actriz argentina, no podía sustraerse a la tentación de presentar una comedia vodevilesca y tomando al Teatro Círculo, escogió esta obra de Michel Durán dejándose dirigir por Víctor Moya, quien se viene especializando en esta clase de teatro con éxito de gran cuantía en su haber. Sin embargo, y en honor a la verdad, la verdad es que “La Verdad Desnuda”, no solamente no es una verdad sino que ni siquiera está desnuda. Es más bien una verdad a medias y en cuanto a la desnudez, es sólo un traje de baño. Y para ser más exactos todavía, esta comedia no aguanta un comentario serio y mucho menos un análisis. Es, como muchas que ya hemos visto, una comedia intrascendente con un diálogo gracioso al que Emilio Brillas, ya sea por su apellido o porque quiere divertirse, le agrega varias morcillas para que brille más y la gente se ría mejor. Xavier Loyá, que es el único que actúa con disciplina, está tierno todavía para el personaje que interpreta, pero sale airoso y con muchos tantos a su favor. De Brillas, pues ni hablar, se ríe uno mientras que él se encuentra como el pez en el agua, sobre todo en esta clase de comedias.
Hay dos “peros” en la interpretación y ellos corresponden a las dos actrices que intervienen en la obra. El primero y muy grave se llama Ana Alicia Garza, nueva figura para la escena, con una ídem regular, quien seguramente ha asistido a las mil y pico de representaciones que lleva “Gigoló”, pues no de otra manera podría imitar tan bien a Ema Arvizu; pero como ya lo dijo el otro, cualquier imitación resulta burda (y si no que lo digan los órganos que hablan, cantan, platican y hacen miles de monerías). Si señorita, si usted quiere ser actriz, debe procurar ser ante todo usted, y buscarse un propio estilo. Deje el estilo de Ema Arvizu a un lado porque, créame, que ni ella misma, ni queriéndolo, podría imitarse.
El otro “pero” corresponde a la rubia Herminia Llorente, a quien por otra parte reconocemos todos los esfuerzos que hace par a colocarse en el teatro y en el cine, pero con un infumable acento argentino que desentona con todos. Además, en la noche de estreno Herminia hizo gala de una lentitud exasperante y muy poca agilidad. Ojalá que logre corregirse en sucesivas representaciones y tome estas indicaciones con toda la buena intención que le van dirigidas porque merece obtener el sitio que aspira dentro de la corriente escénica mexicana.


TEATRO
Carta al Lic. Eleazar Canale y al Director Víctor Moya
Por Antonio MAGAÑA ESQUIVEL
La situación de ustedes es de privilegio, como traductor y como director de obras francesas, respectivamente. Nada menos que en cinco teatros tiene usted, mi respetado licenciado Canale, sendas traducciones suyas, representándose con muy diversa fortuna, al mismo tiempo: Gigoló en el Gante, El caso de la mujer fotografiadita en el Bon Soir, La octava mujer de Barba Azul en el Ródano, 1 más 2 igual a 4 (Guillermo el confidente) en el Rotonda, y ahora La verdad desnuda en el Círculo de la Casa del Arquitecto; y usted, mi querido paisano Víctor Moya, ha realizado la puesta en escena de todas ellas, con excepción única de la piececilla de la Rotonda de la que aparece como director responsable Andrés Moreau. Parece que hay en ustedes un concepto cuantitativo del teatro, puesto que según las liquidaciones de la Unión Nacional de Autores obtienen considerables ingresos económicos; ambos repetirán una vez más que ello justifica esta actividad, con la creencia de que dan al público de México lo que este prefiere. Sin embargo, el abuso de estas comedias francesas, que en rigor son grandes desarrolladoras de lugares comunes del consabido triángulo amoroso, alcanza ya extremos alarmantes: la gente de buen criterio comienza a reprocharles el daño que hacen al teatro en México, el estragamiento que vienen provocando en el gusto general.
Usted, licenciado Canale, que ha ocupado altos puestos en la administración pública, no es posible que se guíe por un concepto meramente crematístico del teatro. Usted ha probado tener sentido de responsabilidad, como persona culta y funcionario público. ¿Cómo debe entenderse esta insistencia suya en traducir comediezuelas limitadas exclusivamente a plantear las más absurdas exageraciones de cornudos y costumbres livianas, que frecuentemente ni siquiera son buenas comedias sino mediocres retóricas, mal disfrazadas de acción? He aquí, el último caso, esta comedia de La verdad desnuda que en todo viene a ser una insípida mentira.
¿Y usted, estimado Víctor Moya? ¿No considera que es muy pobre gloria pasar por el director obligado de todo vodevil, de toda comedia en que la primera actriz recurre al traje de baño o a las ropas íntimas? En sus comienzos probó usted tener un campo extenso, donde era posible sembrar la buen semilla del teatro mexicano y del extranjero, en bien de todos. No quiero creer que se ha dejado llevar sólo por el éxito fácil, olvidando su esencial responsabilidad.
Es hora de rectificar, amigos míos. En esta Verdad desnuda en que de nuevo aparecen coludidos –nueva temporada del Teatro Círculo de la Casa del Arquitecto-, ni siquiera hay las muestras de una apropiada dirección que impidiera en Ana Alicia Garza imitar abiertamente a Emma Arvizu, suprimir en Herminia Llorente el vasallaje a su acento argentino, y contener en Emilio Brillas, actor de gracia natural, desenfadado como actor cómico, su inclinación a las morcillas. Sólo se salva Xavier Loyá, por su personal prudencia, por su sentido de la medida escénica.
Si quienes ustedes bien saben aparecen responsables de la época lamentable de los astracanes de “ja, j aja, cuando comedias tan finas como Un espíritu travieso y otras se hacían a lo bufo, ustedes lo serán de esta moda que lleva a hacer de todo un vodevil y repetir las comedias de más gruesa composición y más turbias anécdotas sexuales.